Son las 07,00 h. La mañana está fría, la temperatura es de 2°C. El viento arrecia de componente norte con una velocidad de 18 – 22 Km/h en superficie. La masa nubosa que cubre el cielo lo hace en cota superior al 80 %. Son nubes bajas, y la capa no es espesa.
Los componentes de la expedición se reúnen. El piloto es Oscar Ayala (Presidente del Club Riojano de Aerostación y miembro del Club Nora Ezean de Aerostación), como acompañante en el vuelo irá Eduardo Losada (Responsable de Comunicación del Club Riojano de Aerostación), y con el seguimiento en tierra en vehículo de rescate Oscar Trejo y Pedro Cristóbal. Además de ellos se dan cita e el punto de encuentro periodistas, el patrocinador de esta aventura Jesús Guerra, amigos y algún curioso. La caravana comienza su andadura con el fin de determinar el punto más propicio para el despegue. El mismo vendrá dado por las últimas coordenadas de la dirección del viento, procuradas unas horas antes por la estación de meteorología de Zaragoza, y por las impresiones que perciba Oscar del viento en superficie.
A 4 Km. de Haro, un campo ubicado entre las localidades de Anguciana y Sajazarra, se decide como lugar adecuado para el despegue de la aeronave de tamaño M-160, propiedad de Oscar, con la que se llevará a cabo la travesía.
Comienzan los preparativos. Se descarga la cesta, y se colocan en ella las doce botellas que se portarán en el viaje. El espacio en el interior es prácticamente inexistente. Solo queda un hueco para el piloto, yendo Losada colocado en los estrechos espacios que quedan entre botella y botella. Además del combustible se introducen en la cesta el resto de los elementos necesarios para el vuelo, así como prendas de repuesto, alimentos, ordenador, G.P.S., transponder, emisora, termómetros…etc. Comienza entonces la extensión de la vela, y los ventiladores hacen el resto. Una vez hinchado, se comienza a calentar con una botella externa, para no consumir nada del gas que posteriormente servirá para el vuelo.
A las 08:03 a.m. la aeronave se encuentra lista para el despegue. Se solicita autorización a la Torre de Control del aeropuerto de Vitoria. Torre de Vitoria deniega momentáneamente el despegue, ya que se produce en ese momento la maniobra de aproximación de un avión.
A las 08:15 a.m. se concede autorización, y comienza el vuelo. Una excitante y larga jornada nos separa de nuestro reto. La tensión acumulada disminuye con el despegue.
Existe una densa capa de nubes con algún claro, entre las que Oscar se “cuela”, para buscar la altitud que será casi una constante en éste vuelo, y que a su vez es la que se ha concedido, tanto por Aviación Civil, como por el Estado Mayor, 12.000 ft /3.658 m.
Muy pronto se alcanza dicho nivel de vuelo. A las 08:45 a.m. estamos volando a una altitud de 8.286 ft/ 2.525 m. donde se toman las primeras referencias. El viento ofrece un rumbo de 215°, y la velocidad es de 85,7 Km/h. Diez minutos más tarde, la velocidad que se alcanza es de 117 Km/h.
Atravesamos la Sierra de la Demanda la cual veíamos a través de algunos claros que se abrían en la capa de nubes que la cubría.
Muy pronto, casi sin enterarnos la habíamos dejado atrás. En ese momento Torre de Vitoria, nos derivó a Torre de Madrid.
Atravesamos toda la meseta burgalesa a una altitud de 3.936 m. a gran velocidad, que en ningún momento descendió de 87 Km/h. Localidades como Aranda de Duero, toman protagonismo en el paisaje, frente al resto. La sierra de Madrid estaba totalmente cubierta de nubes, y no pudimos divisarla en ningún momento. Enseguida tuvimos que comenzar el descenso para atravesar el T.M.A. de Madrid, donde la altitud máxima permitida era de 2.460 m. El rumbo a esa altitud nos varió tanto, que optamos por solicitar 350 m. más de altitud, para corregir el rumbo, ya que de lo contrario se corría el riesgo de salirnos del espacio aéreo solicitado y permitido en éste vuelo, con la consecuencia de un posible aborto del mismo.
Ese ascenso, nos permitió la corrección necesaria de rumbo, y nos condujo a solamente rozar muy levemente, el espacio aéreo madrileño. Pronto lo abandonamos, y nos derivaron a la Torre de Salamanca. Cada vez que nos derivaban, nos ofrecían dos frecuencias alternativas para contactar con ellos.
La profesionalidad de los controladores ha sido uno de los aspectos más destacables de la gesta. El sentirse “arropado” por ellos, se traduce en total ausencia de riesgo con el tráfico aéreo, que a esa altura yendo en un globo proporciona mucha seguridad.
Las nubes desaparecieron por completo, tras abandonar el T.M.A. madrileño, y ciudades como Ávila se divisaban con absoluta nitidez.
Pronto comenzamos a divisar la Sierra de Gredos. Se encontraba totalmente despejada, y un fino manto de nieve teñía sus viejas cumbres y dulces desniveles, que claramente delatan su longeva existencia.
Con esta bella vista la Torre de Salamanca nos derivó a Talavera. Igual que en las anteriores ocasiones nos proporcionaron dos frecuencias diferentes. Tras intentar contactar con ellos sin éxito, el comandante de un vuelo de Iberia 4701, se puso en contacto con nosotros. Tras preguntar si todo iba bien, se ofreció para repetir nuestra señal a través de la palabra, con Talavera, y así fue. Oscar informo de nuestra posición, que en ese momento era de 12.300 ft. El piloto al transmitir nuestros datos a Torre de Talavera, les hizo el comentario intencionado de: “12.300 ft que ya son pies”. Lo cual afianzó nuestro reto. Un piloto de avión comercial, consideraba muy alta nuestra posición.
En este tramo alcanzamos la mayor altura de todo el vuelo. Solicitamos autorización para mantener nivel de vuelo 14.000 ft – 4.267 m. y en un intento de búsqueda de aumento de la velocidad, ascendimos hasta 15.217 ft – 4.638 m.
El espectáculo era fascinante. En muy pocas horas, y sin más motor que el viento, habíamos recorrido más de 450 km. y pasado de las densas nubes y el frío, al más rotundo claro. Los rayos del sol castigaban con dureza nuestro rostro. En una de las ocasiones la sonda exterior del termómetro marcaba -0,3°C, y sin embargo la que posee el cuerpo del termómetro, a la cual soportaba una intensa insolación, alcanzó los 27°C. Ello refleja la fuerza ultravioleta de los rayos del sol a la mencionada altitud.
Una vez rebasada la Sierra de Gredos, continuamos rumbo sur, sobrevolamos el Valle del rio Tajo. Un valle que se mostraba húmedo y fértil. Más adelante Atravesamos la Sierra de Montanchez. Y llegamos al Valle del Guadalquivir. De igual manera que en el valle anterior, se apreciaban una gran cantidad de embalses y humedales. Cuando se aprecia esto desde el aire cambia la percepción que por el Norte poseemos de estas comarcas.
Una vez divisadas ciudades como Cáceres, Badajoz, Mérida o Don Benito, se aprecia otra cadena montañosa de escasa importancia, en altitud, pero la densidad de poblaciones desaparece en la horizontal de Don Benito y Mérida, no divisando más allá de ellas ninguna otra localidad.
Estos dos ingredientes y el escaso gas del que disponíamos nos llevan a plantear la toma de tierra.
El descenso es vertiginoso, casi sin quemar, a 6 m/s. En ocasiones la cesta se balancea, por el cambio de capas, y la vela del globo se arruga, como si se fuera a cerrar. La fuerza de la gravedad nos atrae, y la aeronave se comporta como si se tratara de los últimos litros de agua en la bañera tras una ducha.
Son más de 20 minutos el tiempo que estamos descendiendo sin parar, y más de 15 km. los que aún avanzamos.
La toma de tierra se produce a 5 km sur de la localidad de La Haba, ubicada a 4 Km. de Don Benito. El aterrizaje es perfecto. El viento de superficie es de tan solo 8 km/h lo cual hace que ni tan siquiera la cesta se incline.
La toma de tierra se produce exactamente 7 horas y 39 minutos después del despegue, a las 15:42 p.m.
En aquel momento varios retos habían tenido lugar.
El vuelo de Norte a Sur de la Península con más distancia recorrida 474,7 km.
El vuelo que ha conseguido atravesar el espacio aéreo madrileño contando con todos los permisos.
Otro reto se había conseguido en los despachos, al contar con todas las autorizaciones necesarias para realizarlo con total seguridad y dentro de la más rigurosa legalidad. Este particular significa un antes y un después en la Aerostación moderna nacional. El camino está abierto, para que otros puedan intentarlo.
Dos jarreros habían conseguido traspasar las fronteras de la competición. Con una excelente planificación de todos los ingredientes necesarios para este vuelo, y la suerte, el reto se ha cumplido.
Estamos orgullosos de lo conseguido. Muchos factores han intervenido y conjugado para que en el día de hoy podamos estar contando todo esto de esta manera.
Queremos agradecer a todos los que han creído en nosotros, a nuestras familias, a nuestros patrocinadores, a nuestros amigos, y en general a toda la Rioja, que ha seguido el vuelo con gran expectación.